viernes, 6 de noviembre de 2009

Arisbeth

          Todo a su alrededor era azul. Las paredes, la cobija y la sábana. Chopin sonando en su mente. El etude 10 Opus 3 también lo era. La mujer a sus pies, quien miraba hacia el espejo azul con la mirada extraviada en un azul horizonte lejano. Entre montañas azules y un lago.

          Azul como la pausa. Fría también.

          Rompiendo la quietud de la escena volteó ella para mirarle y se inclinó sobre él para darle un abrazo. Quería sentir su compañía y calor, luego de la expedición fugaz que tuvo dentro de sí misma y la experiencia solitaria de extraviarse en aquel estrecho valle, entre las montañas azules del horizonte imaginario del que recién volvía; en el cual había tenido la mirada clavada segundos atrás.

          El corazón de aquel hombre, único elemento gules en todo ese cuadro azur, latía cálidamente. Al recostarse ella sobre su pecho, el candor le condujo a preguntar- ¿Qué es ésto? -preguntó como aquella niña que va descubriendo el mundo - ¿Porque late?

         "Por que está contento. Es la emoción de tener a una mujer como tú conmigo. Está vivo ¿sabes? Suele latir. Estoy emocionado. - Respondió. Y luego suspiró.

          Así pasaron otra noche, abrazados. Ella recostada en su pecho. Él metido en las cobijas, con ganas de tenerla bajo las mismas, y abandonarse ambos al sueño. Un sueño que quizá podría intersectarles, y tenerlos juntos más tiempo del que la consciencia permite a lo largo de un día. Robarle tiempo al tiempo.

          Entonces toda ésa oscuridad azul los cubrió, y ambos durmieron profundamente.

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