Pero la verdad, es que lloran en silencio. A propósito o sin querer, pregonan que son independientes, robustas y fuertes. Entonces uno puede llegar a atreverse a creer que en verdad lo son. Cuando creí que estabas completa abandoné un postura, en la que te deseaba la mejor de las vidas. Porque ahora ya podías andar tu sola. No necesitbas que nadie te dijera lo maravillosa que eres. No debería hacer falta una postura aferrada en la que sangraba mis labios en contra de todo jucio y prejuicio hacia tí, para decirte en voz alta con la más firme de las voces, que eres la mejor. Que nadie puede contra tí.
Abandono ésa postura, y no vuelvo a decirtelo más. Entonces comienzo a reconocer tus defectos, y te los hago saber. Y los critico. Fuetrtemente. Porque creo que ya sabes lo que vales, y creo que tu autoestima es tan fuerte que con ello podrás entender que si enfatizo tus defectos no es para herir, sino en espera de que con ello, evoluciones en la persona ideal. No sólo la mujer ideal. Espero ver cómo te conviertes en lo que puedo amar más que a nada en el mundo. Porque decidí quererte tanto la primera vez, que decidí convencerte de tí misma. Para que fueras mejor, invencible. Plena. Para poder amarte sin reservas.
Y entonces te equivocas.
¿No habíamos hablado ya de ésto o lo otro?, ¿No habías entendido ya?
Quizá no. Quizá me equivoqué. Quizá no eres quien creí. Quizá eres tan fragil como yo (que necesitaba creer en tí primero para amarte después loca, desenfrenada, ciegamente). Quizá no vales la pena. No vale el dolor de tus penas, que me dolió a mi también.
Y ahora resulta que quien lo ha hecho mal soy yo. Por ¿"herirte"? ¿Y dónde está ése caracter que creí ver en tí? Ésa dureza. Ese valor. ¿Dices que no vales nada? Al cabo de tus palabras, resulta que no eres lo que yo esperaba. No eres aquello en lo que creí. ¿Dónde está el fruto de la semilla de valor que nuestras lágrimas regaron varias noches? ¿Dónde están los nutrientes de las pláticas que fortalecerían ésa pequeña -pero real- imágen de tí misma, tu valiosa y fuerte identidad? Dónde está esa fuerte idea acerca de quien eres tú.
Y así, de repente resulta que mis noches sanando tus heridas son un desperdicio. ¿Dónde quedo yo? ¿Qué soy? ¿Qué fuí?
La respuesta es nada. Mírame, soy una mentira. Me has convertido en una estafa que no logró sanarte ni despertar los que creí era el verdadero poder de tu persona. ¿Dónde está ésa mujer completa? Me convierto en una mentira, porque aquellas noches de pláticas profundas, promesas y compromisos desembnocan en ésto... Tú. Una chica débil. La misma, chica parlotera e insegura.
En realidad nunca cambié. En realidad no soy autónoma y, -quizá- nunca lo seré. Mentí. Sin querer, porque más bien, yo creía en tí. Quería ser lo que dijiste que era.
dices para tí -- Fallé. -- digo para mí
Me agoto, me acabo, me extingo.
Estoy cansado, de creer y no creer. De tener que creer en alguien que apela a la memoria de mis palabras para creer en mi, cuando yo he dejado de creer en ella. Una sóla vez fué suficiente para alcanzar el hartazgo. El desprecio. Un odio irracional hacia cícrulo vicioso del ejercicio de la estafa. Del boicot de perder el amor en una persona por pretender amar a un ser humano cuyo dolor supuestamente logré reparar. Es hacerse de un refugio emocional para el resto de mi vida. Es hacer una escultura de arena, o de sal en cinco noches, fraguarla con lágrimas y querer habitarla para siempre, ignorando que se desmorona día con día. Es creer que resistirá. Que es mi refugio más grande. El mejor.
Estoy cansado, de creer en las promesas de independencia de aquella que no me quiere amar.
Estoy harto de su hipocresía.
Y me siento bien.
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