Sigo enamorado de la mujer de narinas enormes y mente sacada de una licuadora con revistas viejas de arquitectura, folletos de museos, restos de fonógrafos y el pasaporte de algún millonario que ahora está retirado o hasta muerto.
Es la mujer más extraña que he conocido, y la más atrapante.
El consuelo que yace, es haber besado ésa boca maravillosa y haberme llevado tres mordidas en mis labios de sus dientes blancos, bellos e indóminos como su carácter.
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